Se le llama el país de las sonrisas, y cumple lo que promete. Porque, aún sin entender palabra, sus habitantes le inclinarán la cabeza en señal de amabilidad. De espíritu budista, como atestiguan los impresionantes templos de la antigua capital, Ayuthaya, o Doi Suthep, en el norte, Tailandia rezuma paz interior. Quizá por eso, en los exasperantes atascos de Bangkok no se escucha un bocinazo. Lo que no es incompatible con su fama nocturna y desmelenada: Bangkok ofrece incontables clubs y discotecas donde convergen ciudadanos de todo el mundo, ávidos de pasarlo bien.
Fascinante, divertida, rápida y sensual.
Precedida de siglos de historia, entre los muchos templos budistas de Bangkok destaca el impresionante complejo de piedra del Wat Php, donde encontraremos el buda reclinado más grande del país. También está el Wat Arun, cuyo Prang (Torre de piedra de estilo Khmer) puede subirse a través de sus escaleras exteriores, previo acopio de fuerzas y de cálculos astronómicos para evitar la presencia del sol.
JAPÓN
El país donde las calles no tienen nombre; donde la cortesía lo es todo y aunque no te conozcan te
miran sonriendo. El sitio donde las ciudades están impecables (pero no hay ninguna papelera); donde
el consumo es la afición nacional (pero no se
puede pagar con tarjeta en algunos sitios); donde encontramos a cada paso una postal
futurista y otra
de una civilización milenaria.
Eso (y muchísimo más) es Japón: un lugar donde es fácil
perderse y sentirte dentro de una aventura, una locura y un remanso de paz,
todo depende de donde estés y del momento del día. El país
del Sol naciente es
la tecnología y la cultura tradicional;
la modernidad extrema que nos parece tan occidental y la salvaguarda de la
riqueza oriental. Un territorio que nos resulta extraño
y atrayente, donde sientes que tienes todo por aprender, desde
su idioma a su forma de comer, desde sus modales a su religión.